Marisabel Villarroel
Florida International University
La Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa impulsaron movimientos radicales que influyeron las artes. Un movimiento que más tarde se denominaría Vanguardia sustituía al Modernismo y se apoderaba del mundo literario. Los escritores experimentaron con un lenguaje libre y propio. Entre ellos César Abraham Vallejo Mendoza, poeta peruano, quien es considerado uno de los grandes escritores latinoamericanos y gran genio poético. Vallejo fue precursor de la Vanguardia y autor de uno de los poemarios más polémicos: Trilce. Su segundo libro de poemas es alegórico, simbólico y de difícil interpretación. Hermético es la palabra que más se usa al describirlo. En Trilce se nombra a la madre con frecuencia. La figura materna resalta en once de sus poemas.
Mi ensayo viene a colación de la lectura de Trilce y la función de la palabra en la poética de César Vallejo, escrito por Keith McDuffie para la Revista Iberoamericana de la Universidad de Montana en 1970. El autor menciona los poemas cotidianos y del hogar que sugieren la inocencia y la reminiscencia a una actitud infantil en el poeta y la vuelta al pasado en poemas en los que la figura materna es la protagonista. Menciono también el artículo de Charles B. Driskell, Cesar Vallejo y el mito del indígena, un poema de Trilce, quien introduce el término Pachamama, y el ensayo de José Carlos Mariátegui, Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, quien trata de la relación indio-madre-tierra en la vida del peruano, reflejada en la poética de Vallejo. El propósito es establecer la relación del poeta con el símbolo de la madre: madre-tierra o naturaleza, la madre diosa o virgen, la madre patria y finalmente la verdadera madre de carne y hueso de Vallejo, la inspiración de sus poemas más sentidos.
Vallejo incursiona en el Modernismo con su libro de poemas Los Heraldos Negros (1919). Más tarde rompe su vínculo modernista para entrar en la Vanguardia radical buscando la renovación literaria y la libertad expresiva que ya se venían fraguando en este primer poemario. Trilce se publica en 1922, en los Talleres tipográficos de la Penitenciaría de Lima donde el autor estuvo recluso por varios meses, por lo que muchos de sus poemas fueron creados en el encierro. El poemario contiene 77 poemas sin título, solo identificados por números romanos, y ¡200 palabras inventadas! En Trilce, el lenguaje es a veces mundano, coloquial y a veces siglodorista y refinado que hace alusión a lugares remotos y exóticos y que en ocasiones es de difícil interpretación y no proporciona un referente claro; solo llama a la evocación de las palabras y su musicalidad. Incluyo en este trabajo varios poemas que contrastan en más de una forma. Algunos fueron escritos cuando la madre de Vallejo aún vivía, y manifiestan los placeres del hogar. Otros reflejan la madre naturaleza, la lluvia, el maíz, el culto al sol de los incas. Otros más lúgubres poemas narran la ausencia de la madre, la orfandad y duelo. Unos son sencillos, otros más complejos, pero todos tienen como denominador común el símbolo maternal implícito en ellos.
La madre establece la primera conexión con el mundo, es vínculo afectivo y raíz emocional y física del ser. La buena madre nutre, fortifica y satisface las necesidades básicas. Aunque también existe la madre terrible, asociada con el poder destructivo de la naturaleza, lo desconocido e inesperado de las condiciones climáticas, pero ese tema escapa a los objetivos de este ensayo. Hay un sinfín de palabras comunes que describen a la buena madre; paciencia, entrega, sacrificio, perdón, compañía, bendición, protección, ternura y sabiduría son algunas de ellas. Todas describen a la madre de Cesar Vallejo en los poemas de Trilce. Pero la madre de Vallejo no es la única madre. Existen otras, como la madre naturaleza.
La madre-tierra o tierra-madre, es una creación grecorromana que personifica la creatividad y la protección. El alma indígena de Vallejo rememora a la madre desde el punto de vista del indio peruano, según el cual, la tierra es la madre común de todos los seres vivientes y de sus entrañas nacen los frutos y el hombre. Su útero, proporciona el sustento, es fuente de vida y venerada en muchas culturas que viven en equilibrio con ella. Mariategui insiste en la relación indio-madre-tierra, cuando apunta que el peruano trabaja la tierra, aunque no le pertenezca, porque considera que le debe devoción a su madre. Sol, tierra y maíz son los símbolos del inca y el indio peruano. La tierra es maternal y pródiga y ofrece todo, en la mayoría de los casos, sin recibir nada de vuelta. La madre tierra produce el maíz, que simboliza la fertilidad representada en el Perú como la mujer hecha de tallos de maíz o la madre del maíz, que es el sustento alimenticio del hombre, fruto de la tierra que nutre y restaura. Pachamama o Mama Pacha, como también se la conoce, es sinónimo de tierra-madre en lengua quechua y origen de los mitos de la creación relacionados con la maternidad. La Pachamama tiene estrecha relación entre tierra, satisfacción, alimento y vivienda. El poema “Trilce XLVIII”, aunque por lo hermético de su composición no es evidente, suscita la idea de la madre naturaleza, el maíz y el culto al sol de los incas.
Tengo ahora 70 soles peruanos.
Cojo la penúltima moneda, la que suena 69 veces púnicas.
Y he aquí, al finalizar su rol,
quémase toda y arde llameante,
llameante,
redonda entre mis tímpanos alucinados.
[…]
Ella, vibrando y forcejeando,
pegando gritos,
soltando arduos, chisporroteantes silencios,
orinándose de natural grandor,
en unánimes postes surgentes,
acaba por ser todos los guarismos,
la vida entera.
En él poema resaltan los elementos básicos de la madre-tierra, el oro como metal, el sol y el maíz. Resalta la importancia del sol en este poema. El agrarismo, la propiedad comunitaria, surge de la combinación de los dos elementos: de la tierra y el culto al sol. Para José Carlos Mariátegui, en su ensayo “Siete ensayos de la realidad peruana”, “El Sol es el oro sin valor económico. El oro es el reflejo del Sol y fruto de la tierra-madre” (53). La cita ofrece una relación simbólica entre los tres elementos, sugiriendo el valor del sol por encima de valor del oro y hace hincapié en la riqueza sagrada y valor trascendental de la madre naturaleza en contraste con el costo material.
Charles B. Driskell, en su artículo “César Vallejo y el mito del indio en un poema de Trilce“, anota que para los incas el sol es símbolo paterno y la tierra, símbolo materno. “En la época actual el maíz reemplaza al oro en la vida campesina. Simboliza la fertilidad, que se representa en el Perú́ como la figura de una mujer hecha de los tallos de maíz que llaman la madre del maíz” (13). El autor elabora sobre cómo Vallejo simboliza los elementos de la tierra en su poema. “El maíz es producto del trabajo (tímpanos alucinados) y los indios hasta hoy derraman sus cántaros de chicha en tributo a Pachamama, la Madre-Naturaleza” (6). El maíz sagrado, producto de la labor indígena y sustento de la vida, es la bebida gratificante y restauradora que se ofrenda a la madre naturaleza como tributo a su inmensa generosidad.
Agrega Driskell que elementos de la naturaleza en Trilce se presentan en forma de tempestades implicando el estado emocional del poeta. El desborde pasional y el conflicto sentimental están implícitos en la lluvia constante, muchas veces representada por “Ella” en los poemas de Vallejo:
[…] No se vaya a secar esta lluvia.
A menos que me fuese dado
caer ahora para ella, o que me enterrasen
mojado en el agua
que surtiera de todos los fuegos.
¿Hasta dónde me alcanzará esta lluvia?
Temo me quede con algún flanco seco;
temo que ella se vaya, sin haberme probado
en las sequías de increíbles cuerdas vocales,
por las que,
para dar armonía,
hay siempre que subir ¡nunca bajar!
¿No subimos acaso para abajo?
¡Canta, lluvia, en la costa aún sin mar! (Trilce LXXVII)
Quizás sea éste el más sencillo, menos complicado semánticamente de los poemas de Trilce. Aunque muy simbólico, menciona ala lluvia como una reflexión que apunta a un mundo interno, e incluye elementos como el azote del aire en la tempestad y el fuego. Nelson Rojas, autor de “Lenguaje y construcción de mundo en ‘Trilce LXXVII’ de César Vallejo,” apunta que “Es evidente que el poema es acerca de la tierra y el agua, lo seco que simboliza la siempre acechante esterilidad poética, lo líquido, la posibilidad de la creación poética” (35). Es decir, el milagro de la tierra viva y la creación que nos refiere al tema espiritual y a la madre divina, la Virgen María, madre de Jesucristo según la religión judeo-cristiana.
La madre de Vallejo es idealizada como una divinidad, una diosa. Una mujer bondadosa y milagrosa en todo lo que desempeña, especialmente la comida que prepara. Mariela Dreyfus en su ensayo titulado “Tres figuraciones de la madre en Vallejo”, nota que la madre del autor es comparada con una virgen, y “a pesar de los continuos oficios del hogar y cuidado de los hijos su imagen es divina, de santa: de gran elevación espiritual” (35).
María de los Santos Mendoza Gurrionero, cuyo nombre hace honor a su vida, fue una mujer de descendencia indígena, devota de su hogar y madre de once hijos. La madre de Vallejo cumple los roles tradicionales de las madres humildes de los pueblos, las labores domésticas implican el cuidado de la familia en general, como las labores de limpieza, alimentación y mantenimiento de los animales. Pero, además, doña María es jefa y coordinadora de la vida de los integrantes de la familia. Driskell señala que la madre de Vallejo, la madre que alimenta los hijos hambrientos y los colma de amor, en un ambiente armónico, sigue la idea de “hambre-madre-alimento-pan-mesa,” (14) que apunta hacia el arquetipo de la Gran madre de los arquetipos de la personalidad producto de inconsciente colectivo de Carl Gustav Jung. De acuerdo con los “Arquetipos e Inconsciente Colectivo” de Jung, el de la Gran madre comprende la capacidad de ésta de alimentar y nutrir, proteger y amar. A la madre se le atribuyen características como la autoridad, la sabiduría, la bondad, el sustento, la fertilidad y el alimento entre otros. El poema III refleja la cotidianeidad familiar:
Ya no tengamos pena
Vamos viendo los barcos
¡El mío es más bonito de todos!
Los cuales jugamos todo el santo día
sin pelearnos, como debe ser. (Trilce III)
La oralidad se vuelve cotidiana e íntima en las conversaciones con la familia y la madre. Vallejo la imita en un tono de burla, aunque cariñoso e irónico: “Cuidado con ir por ahí” y añade, “mejor estemos aquí no más.” También reproduce los diálogos entre hermanos, lo cual muestra el carácter afectuoso, infantil y fraternal del poema.
Un componente maternal y femenino está vinculado a la palabra patria, en contraste con el componente masculino derivado del latín patrius, paterno, en referencia al lugar de origen del padre, como por ejemplo tierra patria. Pero ha derivado en el femenino para referirse también al lugar de origen, al terruño, país natal como símbolo de nación y estado materno. Vallejo nació en Santiago de Chuco y vivió y conoció sus alrededores donde fue testigo de las condiciones de vida de los trabajadores del campo y las minas. De hecho, las luchas sindicales por los derechos de los mismos lo llevan a la cárcel por varios meses. Aunque no es evidente a primera vista el sentido nacionalista y patriótico de Vallejo está presente en sus poemas dedicados a la vida indígena y modesta del Perú y, sin ir muy lejos, a la simple vida de su propia familia. El amor por lo autóctono, por lo peruano, muestra su arraigo en la idea de la patria como madre. Incluso el uso del lenguaje coloquial y ciertas palabras de origen quechua resaltan ese valor nacionalista en Trilce. Este sentimiento pudo haberse incrementado cuando vivió pobre y discriminado en Europa. Su condición de exiliado voluntario lo llevó a un prolongado viaje a Francia, España, lejos del Perú. Expresó ganas de regresar, pero no lo hizo. En una carta a su amigo Pablo Abril, confiesa que muchas veces pensó en regresar al Perú, único lugar donde podía disfrutar una calma relativa para escribir. Cuando recibió finalmente un dinero para comprar un pasaje y regresar, no lo hizo; decidió continuar su exploración, esta vez en Rusia, por lo que no volvió a ver a su madre viva.
La etapa de la muerte de su madre es una de las más funestas de Vallejo. Sufre una gran angustia existencial. El duelo y la orfandad crean desequilibrio emocional en el poeta. La madre muerta deja un vacío presencial y espiritual, y Vallejo busca la respuesta a una situación intolerable, busca un orden existencial que no encuentra. El poema LXV de Trilce representa el más profundo sentir por la ausencia de su madre a quien le habla/escribe como si estuviese viva.
Madre, me voy mañana a Santiago,
a mojarme en tu bendición y en tu llanto.
Acomodando estoy mis desengaños y el rosado
de llaga de mis falsos trajines.
Me esperará tu arco de asombro,
las tonsuradas columnas de tus ansias
que se acaban la vida. Me esperará el patio,
el corredor de abajo con sus tondos y repulgos
de fiesta. Me esperará mi sillón ayo,
aquel buen quijarudo trasto de dinástico
cuero, que para no más rezongando a las nalgas
tataranietas, de correa a correhuela.
[…]
Así, muerta inmortal.
Entre la columnata de tus huesos
que no puede caer ni a lloros,
y a cuyo lado ni el destino pudo entrometer
ni un solo dedo suyo.
Así, muerta inmortal.
Así. (Trilce LXV)
“Muerta inmortal” implica que ni su legado ni su imagen morirán en él. Su memoria será permanente. El Poema XXIII también menciona la muerte de su madre y es quizás un momento como el que describía en los Heraldos negros: “Hay golpes de la vida tan fuertes, que yo no sé…” (3). En el mismo evocael regreso al pasado, la melancolía, la ausencia y la nostalgia por la madre muerta y la rutina del hogar. El poeta se enfrenta con la orfandad por primera vez.
Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos
pura yema infantil innumerable, madre.
Oh tus cuatro gorgas, asombrosamente
mal plañidas, madre: tus mendigos.
[…]
En la sala de arriba nos repartías
de mañana, de tarde, de dual estiba,
aquellas ricas hostias de tiempo, para
que ahora nos sobrasen
cáscaras de relojes en flexión de las 24
en punto parados.
Madre, y ahora! Ahora, en cuál alvéolo
quedaría, en qué retoño capilar
cierta migaja que hoy se me ata al cuello
y no quiere pasar.
[…]
Y nos lo cobran, cuando, siendo nosotros
pequeños entonces, como tú verías,
no se lo podíamos haber arrebatado
a nadie; cuando tú nos lo diste,
¿di, mamá? (Trilce XXIII)
Vallejo elabora cuestionamientos sobre la soledad, la orfandad y no consigue respuesta. El autor rememora con su yo poético a la madre y los momentos felices en el hogar junto a sus hermanos, esta vez de una manera más serena, aunque aún dramática. Su madre es ahora una memoria. La tahona, es la casa donde se hornea el bizcocho y el pan, este último símbolo de fecundidad, alimento básico y el sustento del hogar. Pan de harina de trigo, como la harina de sus huesos que ahora yacen en la tierra, la tierra-madre. Una madre que velaba, y ahora ellos la velan. Es un canto desesperado que culmina con un pedido, una súplica sin respuesta. El poeta usa un vocablo complejo y al mismo tiempo palabras coloquiales (tahona, bizcochos), entremezclándolas como se mezclan la harina, el agua y la sal para hacer la masa del pan. Este último es quizás el más sentido de los poemas de Vallejo. La súplica a la madre porsu regreso; la melancolía por la madre que lo regresará.
He almorzado solo ahora, y no he tenido
Madre, ni suplica, ni sírvete, ni agua,
ni padre que, en el facundo ofertorio
de los choclos pregunte por su tardanza.
La cocina a oscuras
La miseria del amor. (Trilce XXVIII)
La madre de Vallejo quizás haya sido la influencia más grande de su vida, la protagonista de su historia y quien ayudó a desarrollar alas para volar… así como él voló. Con la poesía, Vallejo intenta reconstruir la imagen de la madre perdida, recobrar los momentos en familia, alrededor de la mesa del comedor y la comida preparada por su madre, momentos que, él reconoce, no regresarán. Al mismo tiempo que crea un poema, recrea, recobra y revive la vida de su madre. Monique Lemaitre en su libro “Viaje a Trilce”, hace un recinto bastante acertado de la vida y poemario Trilce de Vallejo, que además condensa la estructura del ensayo. La autora anota que “El poeta nace en medio de una tormenta […] que lo condena a la orfandad. Cada nueva tormenta le permitirá transmutar su orfandad en poesía y así sucesivamente hasta que le sea dado retornar al principio, al seno materno, al mar que es la muerte, el fin de la orfandad” (Lemaitre, 249).
La madre en Trilce de Cesar Vallejo desempeña muchos roles. Vallejo hace referencia a la figura maternal desde el punto de vista de la madre naturaleza, que fertiliza, nutre, hace crecer, que desemboca en el mar y que culmina en la soledad de la orfandad ante la pérdida de la madre y su vinculación con un ser supremo y superior: diosa, santa, divinidad.Vallejo teje una relación entre la madre-naturaleza y su nostalgia por la madre-patria, lo indígena y autóctono del Perú y su cultura. El tema maternal derivará en la madre como símbolo de la nación, del estado, de la madre España y la madre-patria en sus posteriores obras.
Obras citadas
Dreyfus, Mariela. Tres figuraciones de la Madre en Vallejo. Alma Mater Fondo Editorial, 1998, vol. 15, pp. 47-60.
Jung, Carl Gustav. Sobre los arquetipos del consciente colectivo. Editorial Trotta, 1936.
——— Los aspectos psicológicos del arquetipo de la madre. Los arquetipos del consciente colectivo. 1954. Trotta, 2002. Barcelona.
Lemaître, Monique. Viaje a Trilce. Vol. 22, no. 17, 2009, pp. 167-87.
Mariátegui, José Carlos. Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Biblioteca Amauta, 1952, p. 359.
McDuffie, Keith. “Trilce 1 y la función de la palabra en la poética de César Vallejo.” Revista Iberoamericana, vol. 36, no. 71, 2 abril – junio 1970, pp. 191–204.
Pérez Porto, Julián, y Ana Gardey. (2013) Definición de Pachamama, 2021.
Robbins, Jill. “La Mujer en el Umbral: La Simbología de la Madre en la Poesía de Ángela Figuera.” Anales de la Literatura Española Contemporánea, vol. 25, no. 2, 2000, pp. 557-85.
Rojas, Nelson. “Lenguaje y construcción de mundo en Trilce LXXVII de César Vallejo.” Explicación de Textos Literarios, vol. 33, no. 1, Invierno de 2004, pp. 33-47.
Soni Soto, Araceli. “La figura de la madre en la poética valeriana Trilce.” Argumentos, vol. 22, no. 60, 2009, pp. 167-87.
Vallejo, César. “Los heraldos negros”. Alicante, 2020. https://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmc0989444