Daniel López Burgón
The University of Alabama
La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades es una obra publicada en el 1554, de autoría anónima, que puede ser analizada desde diferentes vertientes o ramas del conocimiento. Una de las temáticas más estudiadas del Lazarillo es la posición moral y social que toma Lázaro, personaje principal de la obra y al mismo tiempo narrador de su historia, como protegido o sirviente de amos de distinta naturaleza y estatus social. Dicha servidumbre, que Lázaro confiesa ante sus amos, ha sido altamente estudiada por críticos como Mancing, Guillén, y Asensio, entre muchos otros. Esta relación entre amo-mozuelo ha sido calificada a menudo como una relación puramente de conveniencia, desprovista de consideración con sus amos, y en la que se puede evidenciar cómo los valores morales de Lázaro decaen en un continuo. Numerosas son las citas que podemos encontrar al respecto: “Lázaro poco a poco forja sus armas, templa su voluntad, y cuando por fin le es favorable la fortuna, sin vacilar elige el camino más útil para alcanzar la buena vida” (Guillén 277 – 278); “no es difícil encontrar elementos que hagan pensar en Lázaro como un ser abyecto sólo interesado en su provecho personal” (Cazés 3); “¡Cuántas veces habla Lázaro de su provecho y de cómo piensa aprovechar las circunstancias de su vida! Es su gran obsesión. Es la fuente de sus conceptos morales” (Wardropper 4); “Lazaro’s acceptance of evil is an outrageous act of free will, which comes about when he does not even have the excuse of hunger, that it is not a matter of a weakness, but of a serious moral sin” (Mancing 431).
A pesar de ello, en este trabajo, primeramente, se expone que la posición de Lázaro, lejos de ser meramente por conveniencia y decaimiento moral, muestra signos de cualidades mayores que personajes como el clérigo y el alguacil, referentes de comportamiento moral y social del momento, terminan demostrando con sus acciones. Expongo este punto a través de un análisis de algunos de los amos que tiene Lázaro. Posteriormente, se presenta cómo el comportamiento moral y social del Lazarillo es un reflejo del concepto de honor de la sociedad española del momento.
Los intereses que sigue Lazarillo a lo largo de su niñez son un elemento clave al momento de analizar su comportamiento moral y social. Lejos de buscar afianzarse desde temprano en un estatus social superior a través de la compañía de miembros de mayor rango o prestigio social, se complace con cubrir sus necesidades más básicas. Como señala Manuel Asensio, “el hambre que la vida de Lázaro ilustra es la eterna y de todo lugar; la de aquel que solo y sin otros recursos que los de su ingenio y buenas mafias tiene que vérselas para no sucumbir” (81). Del mismo modo, se comenta que cuando Lázaro calma el hambre se producen momentos de placer. Sin embargo, es un placer que es, ante todo, un descanso o una victoria contra el sufrimiento quasi permanente en el que vive (Guillén 277). No es hasta que Lázaro se topa con su séptimo amo cuando comienza a mostrar un interés más allá de la física y pura supervivencia contra el hambre.
Hablando del primer amo con el que Lázaro se topa, el Ciego, se debe decir que es una persona avara, cruel, farsante, que debe su sustento y sus ahorros a la explotación de la fe cristiana y superstición de los pueblos y ciudades que visita (Asensio, 83). Es a través de este ciego como la educación de Lázaro se inicia. Una educación inclinada a buscar el provecho propio, la viveza, y el engaño, entre muchas otras. Es con este amo como Lázaro acepta que su niñez acaba y comienza a ver el mundo con malicia. Como se dice en la obra La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, “(p)arecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que como niño dormido estaba. Dije entre mí: ‘Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer’” (Anónimo, 6). Se dice en numerosas ocasiones que este primer amo priva al Lazarillo de alimentarse apropiadamente. Ante esto, Lazarillo se entrega al engaño y robo de los alimentos y bebidas del ciego a través de diferentes estrategias. Una vez el Ciego se percata de los robos frecuentes de Lázaro, procede a romper el jarro de vino en la cara del personaje principal, causándole numerosos cortes y la pérdida de varios dientes. “Y aunque yo quisiera asentar mi corazón y perdonalle el jarrazo, no daba lugar el maltratamiento que el mal ciego dende allí adelante me hacía, que sin causa ni razón me hería, dándome coxcorrones y repelándome” (Anónimo 8). Como se puede evidenciar, a pesar de semejante acto de violencia desmesurado, el protagonista muestra pureza de corazón al intentar perdonar la agresividad del ciego.
Tras innumerables actos de violencia de parte del Ciego hacia Lázaro, el protagonista pasa de ser un ser ingenuo capaz de intentar perdonar actos de violencia que le dejarían secuelas para toda la vida, a comenzar a tomar venganza poco a poco contra el ciego. Venganza que tendría como final el golpe del ciego contra un pilar, orquestado por un engaño de Lázaro. A pesar de esto, Asensio invita a intentar ver “el potencial de sentimientos nobles y delicados que puede atesorar el alma tan humilde de Lázaro; a pesar de sus tristes antecedentes familiares, del hambre y malos tratos sufridos bajo el Ciego y el Clérigo” (88). Jamás se podrá saber cuál era el verdadero potencial de Lázaro de no haber sido truncada su educación por este amo de dudosa moral. Al respecto, Guillén añade “ni Lázaro es un ser pasivo, ni el mundo permite el ejercicio del todo libre o sin trabas de su voluntad” (277).
Como segundo amo, Lázaro se topa con el Clérigo. Una extensión, en muchos sentidos, del comportamiento del ciego. Que el clérigo, como símbolo del comportamiento moral de la época, termine siendo semejante en comportamientos y actitudes al Ciego, fácilmente repudiable, resulta irónico y burlesco. Ambos son personas que con su conducta constituyen un mal ejemplo, “sembrando el desengaño religioso en un niño, inclinándole a la práctica del engaño, la mentira, la hipocresía, el disimulo; … provocando, en forma progresiva, una deformación espiritual y moral” (Asensio, 87). A pesar de ello, se deben resaltar dos puntos con respecto al clérigo. Primero, en comparación con el Ciego, dicho clérigo tenía mayor facilidad para la obtención de alimentos, e irónicamente resulta más avaro y egoísta. Ante esta tendencia compartida por ambos amos, el protagonista vuelve a recurrir a engaños para robar comida. Acerca del tema, Pilar del Carmen señala que, “si Lázaro tuviera que depender de la caridad…, moriría de hambre. Por consiguiente, se dedica a robar (una manera más eficiente de mantenerse)” (6-7; mi traducción). Segundo, dicho Clérigo termina dándole una paliza a Lázaro en un intento de matar al animal que le estaba robando el pan y demás alimentos.
Posteriormente, el clérigo saca a Lázaro de la casa y lo obliga a que busque otro amo. No se puede encontrar en la obra una mención o referencia a algo semejante, a un sentimiento de venganza de Lázaro contra el Clérigo, a pesar del mal trato recibido durante su instancia con dicho amo, o la paliza que lo dejó inerte más de dos semanas. Esto resulta especialmente notable si tenemos en cuenta las múltiples ocasiones en las que se puede ver cómo Lázaro repudiaba los continuos maltratos físicos del Ciego hacia su persona. La falta de deseo de búsqueda de venganza contra el clérigo se puede prestar a múltiples interpretaciones y el autor lo deja en las manos del lector. Pero considero que se debe, primordialmente, a que Lázaro consideraba que sus acciones habían estado mal, sin llegar a sentir culpa por saber que las hacía solo para sobrevivir. En otras palabras, que la consecuencia por haber actuado mal robando comida y engañando no era desproporcionada al hecho mismo. Desproporción que sí se cumplió con el castigo que impartió el ciego a Lázaro al reventar la vasija en su cara, resultando en la búsqueda de venganza. A pesar de lo que se deja abierto a interpretación en este segundo amo, se puede afirmar que el comportamiento moral de Lázaro no es inferior al que muestra el protagonista con el primer amo; desacreditando así, la tendencia a ver la obra como una caída continua y progresiva de los valores de Lázaro a través del transcurrir de los capítulos.
Como tercer amo, Lázaro se encuentra con el escudero. Es con este amo con el que se puede evidenciar más claramente que los ideales morales de Lázaro no venían cayendo en un descenso sin control, sino que se encontraban todavía residentes en el corazón del protagonista. E. R. Davey sugiere que esta capacidad para sentir empatía era “something that was formerly asleep, and asleep does not mean non-existent. It means existent but waiting to burgeon” (604). Al ir conociendo la realidad del escudero, el Lazarillo es capaz de mostrar una faceta que sus anteriores amos no le habían dado la oportunidad o motivo de revelar. Sobre el tema, Jaén opina que “en el Tractado [sic] III se expresan muy claramente los sentimientos de compasión y simpatía de Lázaro ante la pobreza y vanidad del escudero” (131). Sentimientos a resaltar al tener en cuenta que hasta el momento la obra había sido un Bildungsroman en estado embriónico, un hombre en potencia, creciendo a través de las aventuras y figuras más negativas que positivas en un plano del proceso educativo y moral (Guillén 271).
Una vez comprobada la triste realidad del escudero, el Lazarillo muestra compasión y el máximo comportamiento moral y solidario que encontramos en la obra. Joseph Laurenti opina que “Lázaro sirve a su amo mendigando y si le ofrece algo para comer es porque ya sabe por experiencia el dolor que cause el hambre” (11). Son múltiples los fragmentos que pueden evidenciar la compasión de Lázaro “Con todo, le quería bien, con ver que no tenía ni podía más, y antes le había lástima que enemistad; y muchas veces, por llevar a la posada con que él lo pasase, yo lo pasaba mal” (Anónimo, 27). Lástima que Lázaro era capaz de sentir por el Escudero, y que le implicaba salir a mendigar a la ciudad, en un marco en el que la mendicidad, pobreza y vagancia comenzaban a ser una preocupación nacional y se ponían bajo la lupa de las cortes y la iglesia. Las Cortes de Valladolid obligaban a los mendigos a estar en los pueblos de su naturaleza; mientras que las de Toledo, a partir del 1525, prohibieron mendigar sin licencia del consejo (Asensio, 80-81). Políticas estatales que del Carmen encuentra impertinentes al afirmar que “mientras intentaba eliminar la pobreza mediante la coerción, irónicamente, la sociedad española la necesitaba para justificar el orden social existente que descansaba en la desigualdad” (6; mi traducción).
Una vez el estatus moral de Lázaro se eleva hasta su máximo histórico con este tercer amo, al mostrar compasión y simpatía ante la pobreza del Escudero, “empieza su rápido descenso espiritual, a medida que, irónicamente, asciende en su posición material” (Jaén 131). Llegado el séptimo amo, se puede evidenciar cómo el Lazarillo comienza a buscar la oportunidad de escalar en la jerarquía social o alcanzar una “buena vida”. Esto puede quedar ejemplificado en el siguiente fragmento de la obra: “Siendo ya en este tiempo buen mozuelo, entrando un día en la iglesia mayor, un capellán della me recibió por suyo, y púsome en poder un asno y cuatro cántaros y un azote, y comencé a echar agua por la ciudad. Este fue el primer escalón que yo subí para venir a alcanzar buena vida” (Anónimo, 40).
Posteriormente se hace mención de cómo Lázaro, una vez lucía como hombre de bien por haber comprado ropa con sus ahorros y mejorar su apariencia física, dejó el trabajo que tenía con el burro y terminó siendo pregonero. Es en este último oficio que Lázaro ostenta en donde se puede ver más claramente cómo Lázaro deja de lado su búsqueda de satisfacción de necesidades básicas e intenta buscar beneficios económicos y agradar a las personas de su alrededor para sacar provecho. “En este tiempo, … teniendo noticia de mi persona el señor arcipreste de Sant Salvador, mi señor, y servidor y amigo de vuestra merced, porque le pregonaba sus vinos, procuró casarme con una criada suya; y visto por mí que de tal persona no podía venir sino bien y favor, acordé de lo hacer” (Anónimo 41). Como se puede evidenciar, Lázaro fue capaz de agradarle al señor Sant Salvador y ello le conllevó una mejora en su estatus social al obtener un oficio real y una esposa.
Siguiendo con la misma tendencia del declive de los ideales morales de Lázaro, después de su máximo nivel con el tercer amo, encontramos el mínimo nivel de los ideales morales del protagonista. Este bajo nivel se debe a la incredulidad autoimpuesta por Lázaro ante la infidelidad de su esposa mientras trabaja para su séptimo amo, el Arcipreste. El protagonista deja saber que hay rumores bastante difundidos de que su esposa podría tener un amorío con el Arcipreste: “mas malas lenguas, que nunca faltaron ni faltarán, no nos dejan vivir, diciendo no sé qué, y sí sé qué, de que veen a mi mujer irle a hacer la cama y guisalle de comer” (Anónimo 41).
Según Alegre, ninguna de las mujeres que aparecen en La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades puede ser clasificada como el tipo ideal de mujer porque todas pertenecen al espécimen de mujer de la novela picaresca (2), pero el caso de la esposa de Lázaro es especialmente llamativo por lo clara que parece la existencia de una infidelidad y la premeditada omisión que hace Lázaro de los hechos: “Yo holgaba y había por bien de que ella entrase y saliese, de noche y de día, pues estaba bien seguro de su bondad. Y así quedamos todos tres bien conformes” (Anónimo 42). Lázaro dedide ignorar los hechos, a pesar de que los rumores y pensamientos que se cruzan por su cabeza le quitan la paz mental: “aunque en este tiempo siempre he tenido alguna sospechuela y habido algunas malas cenas por esperalla algunas noches hasta las laudes y aún más” (Anónimo 41). A pesar de la pérdida de su paz mental, Lázaro nunca se predispone a cerciorar la legitimidad de dichos rumores. Nunca busca pruebas del posible adulterio, y “sin prueba Lázaro no tiene derecho a separarse de su mujer” (Calero 6). Es por esto que se puede afirmar que “en Lázaro de Tormes el caso es evidentemente el ménage à trois que componen Lázaro, su esposa, … y el arcipreste, su último amo” (Mansilla 82). Un trío amoroso que conlleva el más bajo nivel moral expuesto por el protagonista de la obra, por la incredulidad autoimpuesta por Lázaro para mantener el estatus y posición social que gozaba bajo la supervisión del arcipreste. De esta forma, Lázaro “es plenamente consciente de que mantener esa calidad de vida exige un elevado precio” (Sieber 7).
Ahora, entrando en el concepto de honor de la sociedad española, se debe mencionar que el comportamiento del protagonista sirve como un elemento divisorio entre lo que implicaba tener honor en la sociedad española en una diferencia temporal menor o igual a 30 años dentro del siglo XVI. En 1528, se puede encontrar el concepto de honor estrechamente relacionado con la figura del Cortesano, un individuo que debía llevar ventaja a los demás hombres en toda actividad que se hiciera mostrando sprezzatura, tener corazón puro, venir de buen linaje, y tener habilidades con las armas. El cortesano buscaba “the idea of social recognition for virtue and sustained effort” (Colahan y Uzzi 26). Castiglione concuerda con esta afirmación al comentar en su texto, El Cortesano, que un honorable cortesano debe ser “hábil y exercitado en todo aquello que en un buen hombre de guerra se requiere, … y saberse aprovechar de ellas conociendo los tiempos y las posturas, y todo aquello en que un hombre se puede aventajar de otro” (89). Hacia 1558, el concepto de honor ligado a la sprezzatura se diluye y comienzan a predominar los buenos modales/gestos. En concordancia con este cambio en el paradigma de dónde reside el honor, Dantisco comenta que era necesario para las personas, en especial las que vivían en ciudades y cortes, acostumbrarse a tener buenos tratos y conversaciones agradables, saber el modo y manera de expresarse, y costumbres con las que gobernarse (19). Ya no era necesario ser mejor que los demás hombres al no mostrar esfuerzo alguno al realizar las diferentes actividades, sino que con ciertos comportamientos se podía llegar a ser apreciado en sociedad. Acerca de esto, Giovanni Della Casa comenta en su libro Il Galateo:
Y si bien el ser magnánimo es en sí mismo sin ninguna duda una cosa más importante y más digna de elogio que el ser gentil y bien educado, no es quizá menos cierto que la gentileza de las costumbres y la propiedad de los modales, las maneras y el hablar benefician a sus poseedores no menos de cuanto lo hacen la grandeza de ánimo y la entereza, puesto que aquellas se han de ejercitar cada día muchas veces, siendo a todos necesario tratar con los demás hombres cada día; […] en cambio, la justicia, la fortaleza y otras virtudes mayores y más nobles se ponen en práctica más raramente (142).
Lazarillo no busca ser mejor o mostrar mayor sprezzatura que los demás hombres, sino simplemente adaptarse y aprovecharse de las oportunidades que conlleven una mejora en su calidad de vida/estatus social. Se puede ver cómo el protagonista no busca el ideal cortesano, y se acerca al concepto de búsqueda de honor por modales de Della Casa. Al Lazarillo le “conviene templar y ordenar los modales no según el propio arbitrio, sino según el placer de aquellos con quienes se trata, y atenerse a ello” (Della Casa 143) como lo hizo al modificar su comportamiento y modales a lo largo de todos sus amos. Esta concepción de honor en La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades, más cercana con el concepto de Della Casa que al concepto de Castiglione, también va en concordancia cronológica con la fecha de publicación de la obra: 1554.
En conclusión, como se ha demostrado, Lázaro no expone una continua decadencia moral a medida que la narrativa avanza, sino que en determinados momentos es capaz de mostrar comportamientos morales tan buenos como los que posee al iniciar su travesía. Es con el tercer amo cuando se acerca a valores tan apreciados como la magnanimidad y un nivel ulterior de consideración, alejándose por completo de la búsqueda de conveniencia. Con el séptimo amo, haciendo énfasis en la situación con la esposa, es cuando Lázaro alcanza su nivel más bajo de ideales morales. Por último, se puede ver cómo La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades es una obra que ejemplifica el cambio de paradigma acerca de en qué reside el honor en la sociedad española en la primera mitad del siglo XVI. Dicho honor se aleja de la cortesanía, y se acerca a los buenos modales y consideración con los demás.
Obras citadas
Alegre, José M. “Las mujeres en el Lazarillo de Tormes”. Revue Romane 16 (1981): 3-21
Anónimo. “La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades”. Edición de Burgos, 1554.
Asensio, Manuel J. “La Intención Religiosa Del Lazarillo de Tormes y Juan de Valdés.” Hispanic Review, vol. 27, no. 1, 1959, pp. 78–102. JSTOR, https://doi.org/10.2307/470414.
Calero, Francisco. “Interpretación del Lazarillo de Tormes”. Espéculo Revista de Estudios Literarios 29 (2005): 220-67.
Castiglione, Baldassare. “El Cortesano”. Prólogo de Ángel Crespo traducción de Juan Boscán, 2008.
Cazés, Dann. “Lazarillo de Tormes, ni más sancto que sus vecinos, ni peor hombre que su padre.” Signos literarios, 13.26, 2017.
Colahan, Clark, y Jeannine Uzzi. “False Honor and Fortune’s Peak in 1503:” Lazarillo de Tormes” in Context.” Hispanófila 140 (2004): 21-36.
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Della Casa, Giovanni. “Galateo”. Edición de Anna Giordano y Cesáreo Calvo, 2003.
Guillén, Claudio. “La Disposición Temporal Del Lazarillo de Tormes.” Hispanic Review, vol. 25, no. 4, 1957, pp. 264–79. JSTOR, https://doi.org/10.2307/470736.
Jaén, Didier T. “La Ambigüedad Moral Del ‘Lazarillo de Tormes.’” PMLA, vol. 83, no. 1, 1968, pp. 130–34. JSTOR, https://doi.org/10.2307/1261240.
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Mancing, Howard. “The deceptiveness of Lazarillo de Tormes.” PMLA 90.3 (1975): 426-32.
Mansilla, Fernando R. “Lazaro de Tormes de Fernando Fernan-Gomez: hacia una lectura postnacional del Lazarillo de Tormes.” Hispanófila 169, 2013: 81-91.
Sieber, Harry. Language and Society in La vida de Lazarillo de Tormes. Baltimore and London: The Johns Hopkins University Press, 1978.
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