Maddie Kysilko
The College of William and Mary
Al menos públicamente, la mujer lésbica era prácticamente desconocida por la sociedad tradicional española del siglo XIX. Puesto que el pensamiento dominante restringió la identidad femenina al matrimonio y la maternidad (Nash 27), la idea de que las mujeres pudieran tener relaciones sexuales por placer parecía inconcebible, y el sexo entre solo mujeres incluso más. La consecuencia era una población femenina desexualizada, incluso las lesbianas. Sin embargo, los cambios religiosos y los de la cultura popular de los principios del siglo XX resultaron en una alteración de la conceptualización de la mujer española: el “ángel del hogar” comenzó a ser desafiada por la “mujer moderna”. Aunque esta seguía fundamentalmente siendo un instrumento para la procreación, cuestionó las normas femeninas y de muchas maneras ella se convirtió en un ser con una sexualidad (Nash 28). A pesar de estos cambios, como señala Raquel Álvarez Peláez, la “enorme avidez…por adquirir conocimientos sobre la vida sexual” no se extendió a las lesbianas, de cuya sexualidad todavía se hablaba públicamente en “tono circunspecto” (959).
Pero en la esfera literaria, la lesbiana tuvo su debut gracias a los escritores de fin de siècle, que la usaron como una figura sexual y socialmente desviada para alterar las nociones de respetabilidad del burgués (Bell 33). Un grupo anteriormente bien asexualizado e ignoto se volvió en mujeres hipersexualizadas, “mujeres cuyo principal y casi único interés es el sexo con otras mujeres” (Gimeno 162). No obstante, la existencia novedosa en la literatura de una mujer que ama a otra mujer produjo nuevos espacios para que las primeras escritoras feministas de la época los atravesaran. En este ensayo, discuto un ejemplo literario de la representación de estas mujeres, “Ellas y ellos ó ellos y ellas”, escrito por Carmen de Burgos en 1916. Argumento que la autora denigra a las lesbianas en su obra hasta el punto de convertirlas, según la teoría de Jeremy Jerome Cohen, en monstruos.
Carmen de Burgos, una escritora española que tenía fama por escribir sobre temas controversiales, planteó hábilmente asuntos políticos de la cuestión femenina pero rara vez reveló sus verdaderas opiniones a las masas. Por toda su carrera prolífica como periodista y escritora de innumerables novelas, novelas cortas, biografías, ensayos y manuales de autoayuda para mujeres, entre otras obras, llegó a ser una presencia central en el movimiento feminista español (Bieder, 241-243). Conocida como una vulgarizadora en comunicación con su audiencia de mujeres de la clase media baja, “abiertamente se identifica con el feminismo… pero sin ignorar la diferencia entre los géneros” (242-255; mi traducción). Su creencia en la diferencia innata entre los hombres y las mujeres se manifestó como una defensa del “feminismo femenino” en detrimento de las mujeres masculinas y los “marimachos” (Estrada López, 151).
“Ellas y ellos, ó ellos y ellas” es un cuento de Burgos que se centra en las lesbianas. En la obra, seguimos a varios personajes a través de sus relaciones interpersonales en tertulias en el hotel Magestic, conversaciones fuera de él y en el carnaval.[1] El hotel atrae a una clientela homosexual, tanto mujeres como hombres. En la primera escena, Loreto, que frecuenta el Magestic, chismea sobre la gente allí. Después tiene lugar una conversación entre Manuel, cuya esposa, Mercedes, lo dejó, y Juana, que abusa de su pareja, Luisa. Al final, vemos el asesinato de Luisa a manos de Manuel, después de que la encontrara con su esposa infiel.[2] No hay mucha crítica publicada sobre “Ellas y ellos”. El espectro del análisis sobre el feminismo del cuento varía entre las valoraciones que lo consideran muy progresista hasta muy exclusivistas. En una interpretación más favorable a la homosexualidad, Amy Bell propone que
Burgos intenta liberar a sus personajes femeninos de los tropos impuestos por los hombres en la literatura fin de siècle como el tropo de la “lesbiana-cristal”[3] y el tema de la mujer muerta o dormida, mostrado por los cuerpos inertes de Luisa y Mercedes al fin del cuento. Bell llega a decir que expresa simpatía por los miembros de la cultura homosexual marginalizada, sentimiento que fue solo “latente” en sus otras obras como El veneno del arte (32). Por otra parte, usando la teoría de Cathy Cohen sobre los grupos marginalizados, Lourdes Estrada López sostiene que, aunque Burgos defiende los derechos de las mujeres femeninas, su defensa no incluye a las mujeres homosexuales y varoniles, elevando el estatus de la mujer moderna al distinguirla de las “otras” masculinas.
Similar a Estrada López, yo propongo una interpretación de “Ellas y ellos” más cínica con respeto a la supuesta “simpatía” de Burgos hacia las lesbianas. Las mujeres homosexuales, y en particular las lesbianas masculinas, no son solo retratadas de manera negativa sino envilecidas hasta el punto de convertirlas en monstruos. Me sirvo del estudio sugerente “Monster Culture (Seven Theses)” por Jeffrey Jerome Cohen para desarrollar el proceso de la monsterización de estas mujeres. Debido a los binarios de la feminidad de las primeras décadas del siglo XX que excluyen a las lesbianas de “Ellas y ellos”, estas figuras expresan una cultura cargada de tensión entre la mujer tradicional y la moderna, creando así una crisis de categorización que las transforma en monstruos. La descripción de Burgos de las mujeres masculinas evoca características implícitas de monstruosidad, que en última instancia les quita la humanidad.
A continuación, enumero las tesis de Cohen, quien, a través de un estudio pormenorizado de cuentos de monstruos de varias culturas y épocas, ha construido una lista exhaustiva de las características del monstruo:
- El cuerpo del monstruo es el cuerpo de una cultura.
- El monstruo siempre escapa.
- El monstruo es el precursor de una crisis de categorización.
- El monstruo mora en las puertas de diferencia.
- El monstruo vigila las fronteras de lo posible.
- Miedo al monstruo en realidad es una especie de deseo.
- El monstruo existe en el umbral de devenir.
Cohen destaca muy claramente que cada cuento no necesariamente cumple con cada requisito. Aunque un análisis de “Ellas y ellos” sí revela que cada rasgo identificado se puede ver en las lesbianas de Burgos, no me interesa desarrollar mi análisis punto por punto. Prefiero desarrollar los temas presentados en la obra a medida que surgen para que el ensayo no se limite a una mera discusión del texto de Cohen; mi objetivo es abordar asuntos sociales más amplios, siempre en conversación con otras investigadoras. De todos modos, la teoría de Cohen sobre la función sociocultural de la figura del monstruo en la literatura ilumina el retrato explícitamente negativo del lesbianismo por parte de Carmen de Burgos. La manifestación más obvia de la monstruosidad de las lesbianas masculinas es corporal, a través de la manera en que se describe a sus cuerpos como infestados y deformados por rasgos varoniles. Cuando conocemos a cada personaje del texto, la narradora nos informa inmediatamente de su apariencia y, de este modo, su relación individual con la masculinidad. Por ejemplo, Adela, “la Baronesa,” “[o]frecía una agradable impresión de fuerza, de salud, con unaire varonil; de mirada burlona, audaz, dominadora…,” y siempre se destacan sus “dientes de loba” (Burgos 4). Para los personajes del cuento, “[e]lla no es fea…; pero es demasiado fuerte…, tiene algo de mozo de cordel” (5). De igual modo, la otra mujer masculina, Juana, lamenta que ella misma es “fea, fea para una mujer…; tan fea que no me ama nadie” (12-13). Juana también encarna una mezcla de características femeninas y masculinas con su comportamiento, no solo por amar a otra mujer, sino por la manera en que ella intenta controlar a su pareja, Luisa. A través del comportamiento “brutal” y el “pasión salvaje” (13; 10), que podemos interpretar como abuso físico y emocional, Juana dice que “la retengo; le doy una sensación de hombre” (13). Pero es obvio que los atributos varoniles de Adela y Juana solo les hacen daño. Juana describe su condición de ser lesbiana como una enfermedad: “[E]sta degeneración, esta debilidad, estos seres indecisos que no se sabe si son Ellas ó Ellos… Sufrimos una equivocación de la naturaleza que nos dio almas de sexo distinto al nuestro… no somos viciosos… somos doloridos… fatalmente doloridos…” (13). Burgos también destaca la naturaleza deformada de su existencia por su clasificación de estas mujeres como seres que no son seres propios sino otras, que “son una raza de formación aún” (5), con “esa mezcla de dos sensibilidades” (9); de hecho, “[t]odos ellos pretenden legitimar su especie poniendo de manifiesto el ejemplo de los grandes hombres” (21). Con la configuración de ellas como una raza diferente o incluso una especie diferente, Burgos comienza a invocar directamente el lenguaje de Cohen sobre la crisis de categorización que define a los monstruos. Como una categoría híbrida, el monstruo “resiste cualquier clasificación basada…en una diferencia meramente binaria”[4] (Cohen 7). Aunque Juana “también quisiera ser hombre de verdad” (Burgos 13), su cuerpo y mente están en desacuerdo entre sí, y por eso, su persona queda permanentemente atascada en un espacio liminal que le impide convertirse en hombre o mujer, dejándola como “la otra.”
De esta manera, la lesbiana de Burgos representa la cultura en transición de España, un cuerpo que en su mismo enfrentó una crisis de categorización (Cohen 4). La “encrucijada metafórica” existe en España entre el ángel del hogar y la nueva mujer moderna, ya mencionada brevemente arriba.[5] Según Estrella Cibreiro, muchas de las obras de Burgos exploran el tema del conflicto entre estos dos tipos de mujeres a través de la falta de resolución entre sus personajes mujeres. A la figura femenina de Burgos, “definida por…la complejidad y la oposición,” siempre le faltan soluciones o alternativas (60). Como resultado, por existir como una serie de binarios rotos, la lesbiana se transforma en el “monstruo de fusión” descrito por Noël Carroll en su artículo “Fantastic Biologies” (137). Igual que las lesbianas ficticias de “Ellas y ellos” son una fusión de lo masculino y lo femenino, las mujeres reales de la época tuvieron que enfrentar la misma decisión: ¿hasta qué punto pueden renunciar al ángel del hogar? A medida que las presiones conservadoras y liberales se cerraban desde ambos lados, las mujeres se encontraban en el mismo término medio que las mujeres de “Ellas y ellos”, obligadas a tener en cuenta una identidad femenina que tal vez no querían nunca. Enturbiar las conceptualizaciones binarias de la identidad femenina en la España de principios del siglo XX indujo así al monstruo lésbico que vemos en las páginas de Burgos. Cuando el monstruo lésbico se escapa, como los monstruos de Cohen, es del hogar, donde ella deja de ser ángel; pero mientras este ángel del hogar metafórico escapa de la casa, se pierde en el camino y se encuentra atrapado en el infierno (o tal vez el purgatorio, el verdadero punto intermedio). La luz “excesiva” en el Magestic (Burgos 3), donde la lesbiana ronda a los invitados, sin pretensiones, como una fantasma, invita a una “exagerada vigilancia para no pasar ni una mancha, ni una disimulada grieta en un zapato, ni la desvergüenza de un traje cursi ó fané” (3). En otras palabras, el Magestic, que promete ser “un mundo más tolerante” para sus visitantes (3), en realidad surge de las peores pesadillas de sus invitadas, ya que se enfrentan constantemente a la amenaza de ser reveladas como el “menos que” del que siempre intentan escapar. La misma mujer homosexual se convierte en “algo de Satán de su Sabbat al al [sic] que se inmolaban gustosos” (18). Por interpretar a la lesbiana como originalmente un ángel del hogar, podemos construir su caída en la obra de Burgos y ver que parte del peligro de la lesbiana es que ella ha sido liberada de su jaula.
Incluso si se ignorara la monstruosidad física, el comportamiento de las mujeres es astuto, manipulador y masculino. Por ejemplo, aunque es Manuel quien mata a su esposa, Mercedes, yo planteo que Juana es la villana de la novela. Como si fuera Yago frente a Otelo, a lo largo del texto, Juana manipula a Manuel y orquesta el asesinato de Mercedes para vengarse de Luisa, su pareja. Desde el principio, Juana empieza a construir su vínculo con Manuel por recordarle los parecidos entre ellos, invocando el uso de la forma de “nosotros” cuando describe su condición como homosexual lastimosa (13). Después, cuando ella revela que Luisa la dejó, Juana se convierte en la víctima, a pesar de haber sido abusiva física y emocionalmente con ella. Después de nublársele los ojos, ella lamenta:
No me hables de ella. Estoy desencantada, gastada, Manuel. Yo soy una pobre enferma, arrastrada por un sino fatal… había cifrado en Luisa el ansia de cariño que me atormenta; lo era todo para mí: madre, hermana, hija. Se ha roto todo, se ha quebrado todo… me siento morir. (20)
Por fin, aunque finge no herir los sentimientos de Manuel y parece vacilar y no decirle que Mercedes tiene una relación con Luisa (“‘No quisiera saber…’”), Juana vuelve a entrar en escena cuando Manuel se desvía de su misión y ella le reorienta, preguntándole si él ha encontrado a Mercedes y dándole explícitamente el número de habitación del lugar donde se encuentran (20, 21). A través de esta serie de eventos, Burgos condena la manipulación por parte de la lesbiana masculina, revelando la corrupción de la moralidad por el lesbianismo. Pero no todas las lesbianas son tan peligrosas como las lesbianas masculinas. Hay una discrepancia entre las palabras usadas para describirlas: “[Adela], la Baronesa, la joroba, Juana, con su cara de Pachón, la sumisa Rosa y la dulce Luisita” (de Burgos, 16). Nadie tiene la reputación peor que la de Juana, con sus actos físicos como una bastardización cruda de la autoridad masculina; sin embargo, las descripciones de Luisa y Rosa son bonitas, femeninas y, ante todo, positivas. Ellas no son tan monstruosas como los “marimachos” pero, aunque Burgos no inscribe intencionalmente a sus personajes con la marca del monstruo, hay matices de disgusto por esas mujeres. Es obvio que la mayoría de la culpa cae sobre las mujeres masculinas, pero Burgos no exonera por completo a las otras, y por eso a Luisa se le sigue llamando la “Sirena”. Lo mismo se puede decir de los hombres homosexuales. Aunque es obvio que individuos como Loreto los encuentran vergonzosos (7), las fiestas “donde podían dar rienda suelta a su fantasía vistiéndose trajes femeninos y sombreros empenachados, pintándose y perfumándose, para usar coquetería de mujer” poca cosa comparada con la amenaza de las mujeres masculinas (16). Aunque los varones homosexuales las respetan, como se ve cuando Manuel está hablando con Juana y “la miraba con admiración” (13), ellos no tienen su autoridad masculina. Es Juana que, “a pesar de su debilidad, de su fealdad repugnante, se vestía de hombre y se embozada en su capa para rondar la calle a las chicas que pretendía” (13); es Adela que asusta a la autoridad de la policía (18). Su “ardor varonil” es lo que les falta a los otros (11), y por eso ellas son las personas que deben de importarle al lector.[6]
Los peligros de la lesbiana vienen de la amenaza de indoctrinar a otras mujeres y convertirlas en lesbianas. Es aquí donde la lectora debe estar alerta, porque la insinuación es que estas mujeres monstruosas vienen a por el lector. El apodo de Luisa, la Sirena, “por el arte que tiene para seducir a sus amigas” (5), también ya conlleva la connotación de lo híbrido a través de la definición tradicional de la sirena griega: una criatura mitad mujer hermosa y mitad pájaro. Lo que está inmediatamente en peligro es la seguridad de las mujeres inocentes. Podemos ver la inquietud de Loreto en la conversación sobre su hija por asociarse con Adela, y la ira de Manuel al encontrar a Mercedes con Luisa. El final infeliz de nuestros personajes nos hace pensar en la siguiente advertencia de Cohen: “la curiosidad suele ser más castigada que recompensada, [y] uno está mejor contenida dentro de su propia esfera doméstica que fuera de ella…” (12).[7] En este caso, la curiosidad sexual es la que es castigada, y la muerte de Luisa, aunque no vemos las secuelas de la matanza, promete peligro para las jóvenes modernas y curiosas de la época. Aunque otros críticos, como Bell y Krauel,[8] afirman que Burgos expresa simpatía por personas homosexuales no vistos en otros textos escritos por hombres en este período, parece que, en muchos sentidos, Burgos cae en la misma trampa de hipersexualizar a las mujeres homosexuales, retratándolas como seres depredadores con intenciones despreciables. Su pareja, Ramón Gómez de la Serna, le facilitó el acceso a círculos literarios de élite (Bieder 242), y de este modo, estaría familiarizada con las actitudes de los escritores del movimiento de fin de siècle. Según las tendencias que he ilustrado a principios del ensayo, las obras de los autores de este movimiento retrataron a la mujer de manera bien desexualizada por la maternidad, o hipersexualizada. Las lesbianas eran “útiles y atractivas, ya sea como símbolos de decadencia moral y corrupción o como íconos antisistemas” (Bell 34). Los escritores ingleses del período victoriano tardío dieron entrada a las vampiras lesbianas en la literatura, motivados también por cuestionar las nociones del rol de la mujer. Si bien no vemos el mismo modelo en la literatura española de la época, Bell nos informa que la representación de las lesbianas por los escritores españoles es muy parecida al retrato de sus homólogos ingleses[9] (34). Los personajes lesbianos de “Ellas y ellos” demuestran las mismas inclinaciones vampíricas que sus contrapartes góticas inglesas. Ellas “[e]ran como un cepo de corrupción para hacer caer y contagiar a las vírgenes” (Burgos, 10). Su seducción de sirena, dirigida a mujeres individuales, así como la comparación del lesbianismo con una enfermedad o dolencia —hasta los “dientes de lobo” espeluznantes de Adela— evocan la impresión de una vampira buscando su próxima víctima. A través de la masificación de las lesbianas, una adoctrinando a otra, Burgos avisa al público de una invasión que tiene el potencial de desequilibrar a la sociedad y la feminidad. Como escribe Cohen, la revelación que la diferencia no es innata sino mutable amenaza no solo a los individuos de una sociedad sino también al “propio aparato cultural mediante el cual se constituye y permite la individualidad”[10] (12). Este sentimiento es relevante particularmente para Burgos: aunque desafía las normas sobre la igualdad de género, no desafía los cimientos de la sociedad española sobre la diferencia fundamental entre los géneros. Es bien conocido que ella admirara el trabajo del doctor Gregorio Marañón y el pensamiento feminista de Burgos lo refleja (Bieder, 256). Sobre él, Nash afirma que, aunque admitió la igualdad entre los sexos, mantuvo su creencia en el reconocimiento “incontrovertible” de la diferencia biológica (33). Las lesbianas de “Ellas y ellos” demuestran esta idea porque su imitación de los hombres es lo que desequilibra a la sociedad. Su apariencia masculina, su comportamiento varonil y su deseo por las mujeres son grietas en los cimientos rígidos de género de la sociedad de Burgos. La manera en que el lesbianismo se trata como una enfermedad es el intento de Burgos de crear conciencia de que las grietas se están extendiendo, avisando así de un colapso inminente si las mujeres continúan apropiándose de la masculinidad. La pieza final y crucial del puzle de Cohen y su retrato de la monstruosidad es que el miedo al monstruo es realmente una especie de deseo. En el primer capítulo, Loreto cuenta varios comentarios poco halagüeños sobre ellas, e incluso los amigos de las lesbianas parecen estar fatigados por sus compañeras y sus payasadas; por ejemplo, Adolfo comenta, “‘Me he cansado de conducir la barca de Lesbos á Citerea’” (Burgos, 6). También ya hemos visto estas críticas internalizadas por las mujeres mismas, como las lamentaciones de Juana sobre su “enfermedad”. A pesar de todo, los otros personajes de la obra no se cansan de seguir los acontecimientos de estas mujeres, un reparto de personajes que “daba la tentación de la curiosidad á los sanos” (16). Aún fuera del hotel queda una gente “estacionada, esperando la salida de las gentes excéntricas que en él se reunían…deseosa de tundirlas ó de burlarse de ellas” (Burgos, 3). Las personas de la calle expresan su afán por la vida burguesa y conformista por reírse de la gente dentro del Magestic, y la gente dentro del Magestic que no son lesbianas no se cansan nunca de los frecuentes alardes y escándalos de estas. En la jerarquía de curiosidades para los españoles, las mujeres lesbianas se sitúan en el punto ápice, diría Cohen, con una repulsión y atracción simultáneas; estos sentimientos “en el centro de la composición del monstruo explican en gran medida su continua popularidad cultural”[11] (Cohen 17).
Es durante el escándalo final, cuando nos damos cuenta de que, aunque la historia de Luisa acaba, el cuento del lesbianismo permanece. Cohen escribe que tal vez el monstruo sea destruido, y su muerte funcione como un exorcismo y un catecismo (18). A pesar de las advertencias más sutiles que he intentado destacar, el aviso final nos revela la necesidad de la acción inmediata:
Era preciso prevenirse, era menester atajar aquella enfermedad, aquella fiebre, viruela, aquel tifus, aquel cáncer, que aparecía tan arteramente; se imponía aislar, vacunar, curar á los enfermos. No podía consentirse la tolerancia si no se quería que la enfermedad se ramificarse para corroer y comerse toda la belleza del ser moral: sus ojos, su boca, su corazón; llevando á convertirlo en algo descarnado y trágico. (Burgos 22)
Con esta cita final, Burgos nos recuerda que “[n]o monster tastes of death but once” (Cohen 5), y es la responsabilidad del lector a mantenerse vigilante ante la amenaza implacable de la mujer homosexual. De esta forma, Burgos retrata a la lesbiana de “Ellas y ellos” como un monstruo, evocando sutilmente una variedad de tropos monstruosos y situando su obra durante una época en crisis sobre la identidad femenina en España —entre los polos binarios de lo masculino y lo femenino, del ángel del hogar y la mujer moderna, de lo tradicional y lo moderno. Según lateoría de Cohen, el cuerpo del monstruo lésbico es así, provocando una crisis de categorización. Ella se escapa del hogar y resalta la diferencia entre los heterosexuales y los homosexuales, pero revela que esta diferencia es mutable. Hay curiosidad y deseo envueltos en el miedo de la lesbiana, pero los intentos de explorar lo extraño terminan en tragedia. Finalmente, llegamos al último principio de la teoría de Cohen, que el monstruo se encuentra en el umbral de devenir. Esta idea invita al lector a determinar por qué fue escrito el cuento, y de qué manera refleja el entorno en el que se publicó. La lesbiana de Burgos señala una inquietud, un temor no solo dentro de la sociedad española, sino dentro de la mujer misma.
[1] La ortografía de “Magestic” es de Burgos.
[2] Un resumen más detallado de la trama se puede encontrar en Bell 34-36.
[3] Bell, que a su vez cita a Bram Dijkstra, explica que en el tropo de la “lesbiana-cristal”, el lesbianismo se convierte en una extensión de la tendencia autoerótica de la mujer; por eso, “las relaciones sáficas son tan amenazantes para los hombres como una mujer que centra toda su atención en su imagen en el espejo en lugar de en su hombre” (37-38). (En el inglés original, “lesbianism ‘came to be seen as a simple extension of [women’s] autoerotic tendency” (Dijkstra 153), making Sapphic relationships as menacing to men as the idea of a woman focusing her attention on her mirror image instead of on her man.”)
[4] “[T]he monster resists any classification built on…a merely binary difference” (Cohen 7).
[5] Burgos define explícitamente qué es la “mujer moderna” en su obra La mujer moderna y sus derechos. Se puede encontrar una discusión más amplia de este ensayo en Díaz-Marcos.
[6] Para un análisis de los hombres homosexuales de “Ellas y ellos,” consulte a Krauel.
[7] “…[C]uriosity is more often punished than rewarded, [and] one is better off safely contained within one’s own domestic sphere than abroad…” (Cohen 12).
[8] Krauel escribe que Burgos demuestra una actitud “de censura teñida de conmiseración hacia los individuales que sostienen relaciones homoeróticas” (153).
[9] Para una visión general del vampirismo femenino, vea el capítulo de Wisker.
[10] “…the very cultural apparatus through which individuality is constituted and allowed” (Cohen 12).
[11] “This simultaneous repulsion and attraction at the core of the monster’s composition accounts greatly for its continued cultural popularity…” (Cohen 17).
Obras citadas
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Bell, Amy. “Deconstructing the ‘Sleep-Death Equation’ and the Misogynistic Marquis: Carmen de Burgos’s ‘Ellas y Ellos ó Ellos y Ellas.’” South Atlantic Review, vol. 71, no. 2, 2006, pp. 31–47.
Bieder, Maryellen. “Carmen de Burgos: Modern Spanish Woman.” Recovering Spain’s Feminist Tradition, editado por Lisa Vollendorf, The Modern Language Association of America, 2001, pp. 241-59.
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Carroll, Noël. “Fantastic Biologies and the Structures of Horrific Imagery.” The Monster Theory Reader, editado por Jeffrey Andrew Weinstock, University of Minnesota Press, 2020, pp.136–47.
Cibreiro, Estrella. “De ‘ángel del hogar’ a ‘mujer moderna’: las tensiones filosóficas y textuales en el sujeto femenino de Carmen de Burgos.” Letras Femeninas, vol. 31, no. 2, 2005, pp. 49–74.
Cohen, Jeffrey Jerome. “Monster Culture (Seven Theses).” Monster Theory: Reading Culture, editado por Jeffrey Jerome Cohen, University of Minnesota Press, 1996, pp. 3-25.
Díaz-Marcos, Ana María. “La ‘Mujer Moderna’ de Carmen de Burgos: Feminismo, Moda y Cultura Femenina.” Letras Femeninas, vol. 35, no. 2, 2009, pp. 113–32.
Estrada López, Lourdes. “Homosexual and Virile Women in Ellas y Ellos o Ellos y Ellas and Quiero Vivir Mi Vida.” Multiple Modernities: Carmen de Burgos, Author and Activist, editado por Anja Louis y Michelle M. Sharp, Taylor & Francis, 2017, pp. 147–62.
Gimeno, Beatriz. Historia y análisis político del lesbianismo: la liberación de una generación. Barcelona: Gedisa, 2005.
Krauel, Ricardo. Voces desde el silencio: Heterologías genérico-sexuales en la narrativa spañola moderna (1875-1975). Madrid: Ediciones Libertarias/Prodhufi, 2001.
Nash, Mary. “Un/Contested Identities: Motherhood, Sex Reform and the Modernization of Gender Identity in Early Twentieth-Century Spain.” Constructing Spanish Womanhood: Female Identity in Modern Spain, editado por Victoria Lorée Enders y Pamela Beth Radcliff, State University of New York Press, 1999, pp. 25-50.
Wisker, Gina. “Female Vampirism.” Women and the Gothic: An Edinburgh Companion, editado por Avril Horner y Sue Zlosnik, Edinburgh University Press, 2016, pp. 150–66.