Samantha M. Cruz
Boston College
La historia está escrita por los vencedores, y la Guerra Civil Española es un claro ejemplo de esta afirmación. Durante décadas, la narrativa predominante ha enfatizado la dictadura de Franco y el poder del bando nacionalista, mientras que los testimonios republicanos han sido sistemáticamente eliminados. Esta omisión ha distorsionado la percepción del conflicto y sus secuelas. En este contexto, la producción cultural ha sido una herramienta clave para recuperar y reivindicar las voces silenciadas. A través de diversas manifestaciones artísticas como la música, la literatura y el cine, se ha buscado reconstruir una memoria histórica más justa y equilibrada. Este artículo explora cómo estas formas de expresión han contribuido a desafiar la censura y a llenar los vacíos dejados por la historia oficial, además de analizar los retos que enfrentan los creadores de contenido en la difusión de estos relatos. También se examina la influencia de la memoria histórica en la identidad contemporánea de España y cómo este pasado aún resuena en la política y la sociedad actuales.
La Guerra Civil Española comenzó el 17 de julio de 1936 con el levantamiento militar liderado por el general Francisco Franco contra la Segunda República, recientemente elegida democráticamente. Los nacionalistas, apoyados por la Alemania nazi y la Italia fascista, justificaron su acción como una cruzada contra el marxismo. En contraposición, los republicanos, compuestos por ciudadanos de clase media, trabajadores y estudiantes, lucharon por defender la democracia. Tras tres años de conflicto, Franco consolidó su poder en 1939, instaurando una dictadura de 36 años caracterizada por la represión y la censura. Durante este periodo, miles de republicanos fueron ejecutados, encarcelados o exiliados, y la historia del conflicto fue manipulada para glorificar al régimen franquista. El impacto de la dictadura no solo se manifestó en el ámbito político, sino también en la vida cotidiana de los ciudadanos, quienes vivieron bajo un sistema de vigilancia y represión constante. Las generaciones siguientes heredaron un legado de miedo y silencio que afectó profundamente la reconstrucción de la memoria histórica en España.
Cabe señalar que hay características claves de los partidos involucrados que nos van a ayudar a comprender mejor sus roles en la guerra. El partido nacionalista era el partido derechista que estaba compuesto en gran parte por generales militares, la Iglesia Católica, terratenientes y miembros de la clase alta. También recibieron apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista en forma de aviones, tanques y armas. Como se mencionó anteriormente, su objetivo era derrocar al gobierno para evitar que España se convirtiera en un régimen marxista. El partido republicano, en cambio, era un grupo izquierdista que apoyaba a La Segunda República y estaba en contra de la rebelión militar. Estaba formado por ciudadanos de clase media y clase trabajadora, trabajadores agrícolas y estudiantes que carecían de fondos y armas para ellos mismos[1] (McLean, n.d.). Debido a su tamaño, dinero y recursos, el partido nacionalista era significativamente más fuerte que el partido republicano, y muchos historiadores como Anthony Beevor, Stanley G. Payne, y Paul Preston creyeron que deberían haber podido ganar la guerra en menos de tres años. Sin embargo, se puede plantear la conjetura de que prolongaron la guerra para afirmar su poder sobre los republicanos y seguir oprimiéndolos.
Después de la victoria nacionalista en 1939, comenzó la dictadura franquista y duró por treinta y seis años, y el general Francisco Franco continuó su plan para convertir a España en un estado totalitario. El régimen de Franco cometió una serie de violentos abusos contra los derechos humanos contra el pueblo español, que incluyeron el establecimiento de campos de concentración.[2], el uso de trabajo forzoso y ejecuciones (principalmente contra rebeldes políticos e ideológicos) que resultaron en un estimado de 200,000 a 400,000 muertes durante la guerra y 500,000 adicionales durante la dictadura[3]. Además, todos los otros partidos políticos fueron prohibidos, las figuras activas de la oposición fueron encarceladas y la policía cerró todas las manifestaciones izquierdistas. Los republicanos también eran comúnmente acusados de cometer crímenes de guerra y estaban injustamente juzgados y procesados (Keeley, 2008).
La guerra y la dictadura no solo polarizaron y dividieron a los españoles, sino que dejaron a España en su conjunto aislada de otros países tanto política como económicamente (D’Olley, 1998). España fue excluida del Plan Marshall, Francia cerró su frontera con España, y otros países comenzaron a temer que su guerra civil alentara a imitadores en todo el mundo, por lo que comenzaron a distanciarse de la nación (Keeley, 2008). Para empezar, es importante que entendamos que la falta de representación de los republicanos en la historia de la Guerra Civil Española es producto directo de la opresión que se vive durante y después de la guerra. Además, la censura, el miedo y El Pacto del Olvido se sumaron a la “crisis de la memoria”[4] que existe sobre la historia de la Guerra Civil Española y la España franquista. Teniendo en cuenta que el partido nacionalista retuvo el poder político, pudo controlar qué tipo de medios y noticias se producían y distribuían. Lo lograron censurando de manera exhaustiva y estratégica artículos, novelas y poemas, y exigiendo la destrucción de archivos históricos clave durante la guerra.
Sin embargo, La dictadura de Franco no solo fue represiva, también fue una incubadora de la mediocridad intelectual (Hedgecoe, 2020). Los españoles leían obras extranjeras, pero no publicaban nada ellos mismos porque no podían (MacKay 70). Pocos exiliados habían publicado testimonios, pero no pudieron contar mucho sobre la guerra y el daño que causó. Después de la muerte de Franco y durante la transición a la democracia, los republicanos guardaron un silencio inquietante que fue una consecuencia del miedo y el trauma creado por la guerra y la dictadura. Los republicanos percibieron la violencia y el riesgo asociados a la desobediencia, por lo que mostraron escasa disposición a rebelarse, aun después de la caída de la dictadura franquista.
Sin embargo, varios acuerdos formales e informales solo avivaron este problema al actuar como factores opresivos adicionales, como “El Pacto del Olvido”. El Pacto del Olvido fue un acuerdo informal negociado en 1975 por los principales partidos políticos de España, mediante el cual se decidió evitar confrontar abiertamente los episodios más traumáticos y conflictivos de la Guerra Civil y la dictadura franquista, priorizando la estabilidad política y la reconciliación nacional por encima de la búsqueda de la verdad o la justicia. Es decir, España no estaba interesada en buscar la verdad o la justicia, querían olvidarse del pasado y seguir adelante, como si nunca hubiera sucedido. Además, se aprobó una ley de amnistía integral que imposibilitó el enjuiciamiento de los responsables de los abusos contra los derechos humanos cometidos durante el antiguo régimen (Bahar, 2018). Esto significaba que no habría responsabilidad por las muertes y torturas de ciudadanos durante y después de la guerra. El gobierno se dedicó a “la desmemoria”, lo que implicaba evitar todo lo que pudiera despertar la memoria del pasado. Esto incluía, pero no se limita a, museos, observaciones del 50 aniversario del inicio de la guerra y el uso de fondos estatales para exhumar los restos de los enterrados en tumbas sin nombre (Faber, 2020). Aunque controvertidos ahora, estos pactos se establecieron porque muchas figuras políticas, –incluido el líder comunista Santiago Carrillo–, creían que “[en] España solo hay una forma de llegar a la democracia, que es olvidar el pasado” (Harvard 88) y creían que estos acuerdos ayudarían a España a regresar a su estado anterior (Bahar, 2018).
Recientemente en 2007 se aprobó la Ley de Memoria Histórica, donde el gobierno reconoció oficialmente la guerra por primera vez desde que terminó la dictadura. También condenaron al régimen de Franco como “ilegítimo” y empezaron a gestionar la indemnización de las víctimas de la guerra civil. Además, esta ley establece que el gobierno asumiría la responsabilidad legal de identificar a las víctimas del franquismo que están enterradas por el país en tumbas masivas sin identificar. También convertirían “El Valle de los Caídos[5]” a un monumento y prohibiría el reconocimiento público del dictador (Encarnación, 2014).
Como resultado de la censura, el miedo y “El Pacto del Olvido”, existe una cultura del olvido que existe en España y es común que las familias eviten hablar de la guerra, pero persiste la necesidad de inclusión histórica. Casi 85 años después, “…el número de sobrevivientes de la guerra y dictadura está disminuyendo y sus testimonios se irán con ellos” (Schwarzstein 479). Incluso con estas nuevas leyes vigentes, hoy en día todavía existe el deseo de dejar la guerra en el pasado porque el trauma que padecen las víctimas no se resolvió de manera efectiva. Por lo tanto, la responsabilidad de recordar la guerra recae en la generación más joven, que puede usar sus privilegios de libertad y desapego para agregar a los testimonios familiares de la historia mediante el uso de diversas formas de producción cultural.
Para continuar, me gustaría centrarme en cómo los republicanos lucharon contra la opresión durante y después de la Guerra Civil Española y cómo han creado sus voces en la historia utilizando la producción cultural. Podemos definir la producción cultural como “el proceso de creación de una forma tangible que simboliza la cultura” (Levinson 13), que incluye el arte, la música y el cine. La producción cultural es muy maleable y por ello se ha utilizado desde que comenzó la Guerra Civil Española. Claramente hubo una transición en España entre dictadura y democracia, pero también hubo una transición de una sociedad llena de represión y censura a otra con libertad y por eso vemos cambios en la producción cultural (Gonzales 37). Durante la guerra y la dictadura, las formas más populares de sumar la historia fueron la música y la literatura. A partir de la transición de España a la democracia a fines de la década de 1970 y continuando ahora, los programas de cine y televisión han surgido como una nueva forma de producción cultural debido a los avances en tecnología y la mejora de la accesibilidad.
La música ha sido un medio fundamental, único y delicado para preservar testimonios sobre la guerra. Himnos, romances y canciones han narrado batallas y experiencias personales sin las restricciones impuestas a otras formas de expresión. El antropólogo español Luis Díaz Viana describe el uso de la música bélica afirmando que “se trata de la historia, de la historia que ha sido interpretada de manera tan diversa, como nos lo cuentan las canciones; a través de ellas conoceremos igualmente las canciones de ambas partes sin censura ideológica ni prejuicios de ninguna [parte]” (Viana 44). Viana prosigue proclamando que no hay nada tan objetivo, auténtico y verdadero como un canto. Otra característica útil de la música es que no hubo mucha censura porque circulaba modestamente en la España franquista (Labajo 847). Sin embargo, la circulación de la música también es una desventaja. Con el partido Nacionalista al mando, los republicanos carecían de una plataforma para publicar su música. Como resultado, hasta hace poco, cuando los historiadores han estado reexaminando la historia de la Guerra Civil Española debido a la Ley de la Memoria Histórica, las canciones e himnos de la guerra con frecuencia permanecían en espacios pequeños e íntimos, como en una familia. Asimismo, las historias que se contaron con la música durante la guerra eran sobre pueblos específicos y su gente, por lo que también permanecieron en ese mismo pueblo.
Vemos el uso de la música como una herramienta para sumar la historia en el libro Réquiem por un campesino español. Escrito en 1953 por Ramón J. Sender, la trama del libro se basa en una canción, específicamente un romance. En la novela, Mosén Millán espera en la iglesia a que la gente del pueblo acuda a misa para celebrar la vida de Paco, un joven que murió por la violencia del bando nacionalista. Nos enteramos de la vida de Paco a partir del pensamiento de Mosén Millán, pero es interrumpido por un monaguillo que canta un romance sobre la vida de Paco. Conocemos la vida de Paco a través de flashbacks y pensamientos de Mosén Millán, pero también hay otra perspectiva: la de su comunidad que se comparte a través del romance cantado por el monaguillo (Harvard 88). Paco fue rechazado y asesinado después de que se establecieran conexiones por error entre él y el lado nacionalista. Estas acusaciones fueron difundidas por el pastor Mosén Millán. Mucha gente solo conocía a Paco por las historias de Millán y, aunque no eran completamente ciertas, pudo usar su condición de miembro del partido nacionalista y la Iglesia católica para informar a otros sobre Paco. El romance existe en el libro para dar a la gente del pueblo su propia forma de honrar a su héroe en un escenario desconectado de la iglesia. El romance en Réquiem por un campesino español y otras canciones similares son increíblemente valiosas, ya que la música permite a aquellos que han sido silenciados y a sus comunidades agregar sus historias, fe e identidad a la historia con poca censura.
En este libro, vemos una mezcla de dos formas de producción cultural, la literatura y la música. Es importante señalar que este libro fue escrito en 1953, catorce años después del fin de la guerra y en plena dictadura franquista. Debido a la censura, Sender no pudo hablar directamente sobre la guerra, por lo que centró su novela en el nacionalista Mosén Millán. Luego usó la música como su “caballo de Troya” y escondió referencias a la guerra, su impacto y daño, en el romance.
Al igual que la música, la literatura es otra forma de producción cultural que se ha utilizado (y se sigue utilizando) para agregar a la historia. Desde del inicio, la Guerra Civil Española ha sido una inspiración para las creaciones literarias. Durante los años de la dictadura, estaba prohibido mencionar la guerra civil directamente en la literatura. Los escritores tampoco pudieron simpatizar con la república, que en cambio fue vilipendiada (Labanyi 99). Si continuamos examinando Réquiem por un campesino español desde una perspectiva literaria, en su conjunto aprendemos una nueva perspectiva de la guerra. La historia de Mosén Millán y Paco refleja la vida de muchos españoles durante la guerra que fueron silenciados por la opresión. Este tiempo de guerra proporciona al lector una explicación de la propaganda militante explícita, la intensa tensión emocional y la vida y relativa tranquilidad de un exiliado.
Otra obra literaria que trabajó para sumar la historia de la Guerra Civil Española y la España franquista es Nada. Escrita por Carmen Laforet, Nada fue su primera novela y tuvo un gran éxito por su realismo. Se publicó en 1945, seis años después del final de la guerra y durante la dictadura de Franco. Debido a la estricta censura impuesta por el partido nacionalista, Laforet tampoco pudo hablar directamente sobre la guerra, por lo que se centró en su impacto. La novela es un bildüngsroman que se centra en Andrea, una huérfana que llegó a Barcelona para estudiar y vivir con su familia distanciada. El libro está lleno de descripciones de la pobreza durante “los años del hambre”[6]. Además, Laforet ilustra las diferencias de clases sociales y las luchas internas que tuvieron muchas familias después de la guerra y durante la dictadura de Franco, todo sin hablar directamente de la guerra. En otras palabras, Laforet nunca mencionó la guerra en Nada, más bien ilustró la vida de Andrea en España durante la década de 1940 y dejó que la audiencia extrapolara. Después de que Andrea llega a la casa de su familia en la Calle de Aribau, se sorprende cuando la antigua familia de clase media alta ha caído lentamente en la pobreza:
En la habitación que me dieron había un piano de cola con las teclas descubiertas. Varios espejos dorados con candelabros adheridos, algunos de ellos muy valiosos, en las paredes. Un escritorio chino, cuadros, muebles desordenados. Parecía el ático de un palacio abandonado; era, como supe más tarde, la sala de estar (Laforet 10).
El gran espacio abierto que acogía a Andrea durante sus años de infancia ahora parece sombrío. Las marcadas diferencias entre la casa de su familia que ella recuerda vívidamente de antes de la guerra y su presentación ahora, muestran indirectamente la tensión financiera que la guerra tuvo en los españoles y también refleja sus estados emocionales. Con este libro, Laforet añadió un nuevo testimonio a la historia de la Guerra Civil Española que se centra en las luchas cotidianas que existieron consecuentemente. La escritora e investigadora María Corredera González resumió la importancia de las novelas bélicas en la siguiente afirmación:
Lo relevante de estas novelas es que, además de traer al presente aspectos de la historia casi desconocidos o seguramente olvidados, miran a personajes anónimos, desconocidos o anónimos para resaltar la importancia de todos aquellos que lucharon y dieron su vida por ideas de truncamiento, libertad y así presente cómo hoy, cuando existe la libertad, nadie se acuerda de ellos (González 16).
La literatura crea perspectivas sobre la guerra que no existían antes y nos ayuda a comprender la guerra como un todo. Es importante que resaltemos los aspectos desconocidos de la historia y Laforet lo logró con éxito con Nada. En particular, durante los primeros diez años después de la muerte de Franco, no se publicó mucha literatura en España, lo que hace que este libro sea aún más notable y prominente (Labanyi 95). Además de Nada, otras novelas como La voz dormida (2002) de Dulce Chacón han contribuido a rescatar testimonios sobre las mujeres que sufrieron la represión franquista.
El cine y la televisión son una forma de producción cultural más contemporánea que, al igual que la música y la literatura, trabajan para aportar los testimonios necesarios a la historia de la Guerra Civil Española. La música a menudo se mantenía en círculos pequeños, la literatura la escribían y leían en general personas con antecedentes de educación superior, mientras que las películas parecían más accesibles y fáciles de compartir. Esta forma de producción cultural se popularizó durante los años 80 con películas como Las bicicletas son para el verano (1984), ¡Ay, Carmela! (1990), El espinado del diablo (2001) y La voz dormida (2011). Durante la década de los ochenta, hubo una avalancha de películas y documentales que actuaron como testimonios y revelaciones, que revelaba los problemas de la guerra y la represión de la posguerra (Labanyi 95). Las películas pueden ser originales o adaptaciones de libros, como La voz dormida. Esta película es sin duda única porque agrega testimonios de mujeres presas, un doble grupo marginado. La película se centra en mujeres que son juzgadas y encarceladas por el partido nacionalista por delitos políticos. Hortensia, que está embarazada, fue condenada a muerte por ayudar a su esposo Felipe, quien luchaba contra el movimiento franquista. Su hermana Pepita llegó de Córdoba para ayudarla y asume el papel de mensajera entre los rebeldes y los presos. Esta película se centra en las injusticias, las familias, el trauma y la violencia en torno a la Guerra Civil Española e intenta sumar a la historia los testimonios de las mujeres encarceladas y calladas.
Además, con La voz dormida podemos ver la maleabilidad de la producción cultural. Fue escrita originalmente por Dulce Chacón en 2002 y fue adaptada al cine por el director Benito Zambrano en 2011 (Labajo 855). Esto ejemplifica aún más la plasticidad de la producción cultural, ya que puede usar la misma información, pero cambiar la presentación, para que sea accesible a más personas. Con tecnología, televisión y películas, tenemos una plataforma que no existía durante la guerra. Debido a las mejoras de la tecnología, las películas se distribuyen con mucha facilidad a personas de todos partes a pesar de sus países e idiomas.
El uso de la producción cultural para agregar historia y dar voz a los silenciados por la opresión puede ilustrarse aún más examinando el simbolismo en la película ¡Ay, Carmela!. Como marido y mujer, Paulino y Carmela trabajaron con Gustavete (que era mudo) como un trío de intérpretes de vodevil que viajaron por España durante la guerra civil para actuar para las tropas republicanas. En su viaje, fueron detenidos los soldados de Franco. En lugar de ser condenados a muerte, se les ordenó reescribir su programa para burlarse de los republicanos y representarlo para las tropas nacionalistas. Accedieron a regañadientes, sin embargo, durante su actuación, Carmela se agita ante la audiencia nacionalista. Empieza a cantar “¡Ay, Carmela!”, una de las canciones republicanas más famosas de la Guerra Civil Española. Un oficial nacionalista levanta su arma y dispara a Carmela.
Inmediatamente después de su muerte, Gustavete gritaba y lloraba por Carmela. Con menos de cinco minutos en la película, esta es la primera vez que Gustavete hablaba. Gustavete, como muchos republicanos, fue silenciado durante la guerra. Como intérprete, Carmela utilizó su plataforma para darle una voz. Es análoga a la de los españoles que utilizan diversas formas de producción cultural para dar a aquellos que fueron estratégica y deliberadamente excluidos de las narrativas originales, voces y representación.
Después de un análisis cuidadoso, se hace evidente que uno de los pilares principales de la Guerra Civil Española y el régimen de Franco fue la opresión que se logró mediante el miedo y la censura. Esto se relaciona directamente con los problemas que existen sobre cómo se cuenta la historia de la guerra y la España franquista. Después de que terminó la guerra, la dictadura efectivamente controló la historia por omisión durante casi 40 años, creando una crisis de la memoria. El sufrimiento físico y emocional de la guerra es severo. Debido al trauma reprimido, las reverberaciones emocionales de la guerra todavía se sienten hoy. Según Labanyi en su artículo Memoria y modernidad en la España democrática: la dificultad de llegar a un acuerdo con la Guerra Civil Española, la única forma de solucionar el trauma psicológico de la guerra es creando una narrativa coherente (Labanyi 106).
La rendición de cuentas fue un primer paso importante, pero ahora el objetivo se ha cambiado a la visibilidad. Los españoles no pueden sanar y España no puede crecer como democracia mientras que siga enterrando su historia bajo montañas de censura, opresión y miedo. La popularización de la música, la literatura y el cine no tiene una función exclusivamente artística, sino que son armas en la batalla para recuperar el poder y añadir a la historia de la Guerra Civil Española y la España franquista. Es imperativo que la producción cultural se utilice para crear una memoria colectiva para garantizar que la narrativa que se cuenta represente a todas las partes de manera precisa y equitativa. La Guerra Civil Española y la dictadura franquista dejaron una huella profunda en la historia de España. La censura y el miedo impidieron por décadas la creación de un relato histórico justo y equilibrado. Sin embargo, la producción cultural ha permitido recuperar voces silenciadas y reconstruir la memoria colectiva. A través de la música, la literatura y el cine, se ha desafiado la versión oficial de los hechos y se ha dado visibilidad a quienes fueron excluidos de la narrativa histórica. La lucha por la memoria continúa, y la cultura sigue siendo una herramienta clave para garantizar que la historia de la Guerra Civispañola sea contada con justicia y equidad.
[1]Las Brigadas Internacionales (The International Brigades) fue un grupo de voluntarios internacionales formado en 1936 que luchó en el bando republicano en la Guerra Civil Española. La mayoría de estos voluntarios procedían de Polonia, Irlanda y los Estados Unidos de América.
[2] Entre 1936-11947, España tuvo más de 300 campos de concentración activos que apresaron a casi un millón de españoles (Keeley).
[3] El número exacto de víctimas mortales es difícil de estimar como resultado de amplios bombardeos y fosas comunes. Sin embargo, no incluye a los que murieron por desnutrición, depresión o enfermedades provocadas por la guerra.
[4] El término “crisis de la memoria” se refiere a los problemas creados por la ausencia de una representación equitativa en la historia y la falta de una memoria histórica colectiva.
[5]El Valle de los Caídos es un gran y prominente monumento católico que actúa como lugar de enterramiento de Francisco Franco. Este es el único monumento que existe en España que reconoce la guerra y glamoriza polémicamente al difunto dictador español (Hedgecoe).
[6]Después de que terminara la guerra civil, España entró en “Los años de hambre. Como resultado del aislamiento político y económico, España luchó por volverse autosuficiente y estos años se definieron por la escasez de alimentos –que finalmente condujo a un plan de racionamiento— y a una economía en apuros.
Obras citadas
Bahar, Robert. “España finalmente está lista para romper el pacto de silencio sobre su pasado fascista: opinión”. Newsweek, Newsweek, 28 de noviembre de 2018, www.newsweek.com/spain-finally-ready-break-its-pact-silence-over-fascist-past-1235238.
D’Olley, James. “Guerra Civil Española.” Encyclopædia Britannica, Encyclopædia Britannica, Inc., 1998, www.britannica.com/event/Spanish-Civil-War.
Encarnación, Omar G. “Apartándose de capítulos dolorosos”. The New York Times, The New York Times, 2014, www.nytimes.com/roomfordebate/2014/01/06/turning-away-from-painful-chapters/forgetting-in-order-to-move-on.
Faber, Sebastiaan e Ian Gibson. “La nueva ley de la memoria de España finalmente reconocerá a las víctimas de Franco”. Revista Jacobin, 10 de abril de 2020, jacobinmag.com/2020/10/historical-memory-law-franco-spain-victims.
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Hedgecoe, Guy. “Nueva Ley de la Memoria de España para ayudar a la búsqueda de las víctimas de Franco”. The Irish Times, The Irish Times, 15 de septiembre de 2020, www.irishtimes.com/news/world/europe/spain-s-new-memory-law-to-help-search-for-franco-s-victims-1.4355711
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Labanyi, Jo. “Memoria y modernidad en la España democrática: la dificultad de llegar a un acuerdo con la Guerra Civil Española ”. Poética hoy, vol. 28, no. 1, 2007, págs. 89-116, doi: 10.1215 / 03335372-2006-016.
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